Un joven Vettel festejando su primer triunfo en la F1 (Monza 2008) |
La
posibilidad de competir en Mónaco, Silverstone, Nürburgring –aunque sea hoy en
día en un circuito reducido y no el extenso “infierno verde”-,
Spa-Francorchamps o, como este fin de semana, en Monza permite transitar a
pilotos y observar al público, en parte, la misma traza que otrora en el tiempo
leyendas de la talla de Fangio, Moss, Farina, Clark -entre otros tantos- elevaron,
con sus destacadas actuaciones en dichos escenarios, a la talla de clásicos de
la F1.
Pocos
circuitos mantienen en gran parte las características de su traza original.
Monza es, en gran parte, uno de ellos. Por lo que triunfar aquí implica, de una
u otra forma, ingresar en la historia grande de la categoría. Asimismo,
conjuga en su haber una gran cuota de fatalidad y gloria, Aquí
han perdido la vida grandes pilotos como así también se forjaron noveles
ganadores que luego dejaron su huella en las pistas.
Accidente de Ronnie Peterson en el GP de 1978 |
Recordamos
que en las prácticas de 1970 Jochen Rindt encontró la muerte en la curva parabólica.
Rindt sería luego coronado campeón siendo, hasta el momento, el único piloto
que ha obtenido el mismo post-mortem. También el alemán Wolfgang Von Trips
-quien en el GP de 1961 se podría haber coronado campeón si lograba un podio-
falleció al perder el control de su Ferrari al colisionar con el Lotus de quien
sería otro gran campeón: Jim Clark. Otro gran piloto que perdió su vida fue
Ronnie Peterson en 1978.
Montoya festejando en Monza 2001 |
Este
ha sido un circuito en el que aquellos pilotos veloces, los que pueden situar al
monoplaza más allá de los límites han encontrado recompensa con su debut
triunfal. Recordemos en 2001 a Juan Pablo Montoya con el potente Williams-BMW
o, más cercano en el tiempo, a un joven Sebastian Vettel con su triunfo en un lluvioso
Grand Prix en 2008 a bordo del modesto Toro Rosso.
Por
su parte, existen muchas carreras o triunfos emotivos para destacar, pero
ninguno puede equipararse con el Gran Premio de Italia de 1988. La temporada
dominada por los McLaren de Senna y Prost (se repartieron entre ambos pilotos
el triunfo en 15 de los 16 grandes premios que conformaban la temporada)
encontró un inesperado invitado a lo más alto del podio en Gerhard Berger a
bordo de su Ferrari. No había transcurrido un mes desde que Enzo Ferrari había
fallecido y, en la carrera que el Cavallino rampante es local, triunfa en
solitario uno de sus –por decir- "hijos" mecánicos.
Respecto
a las características técnicas, claramente estamos ante un circuito veloz en el
que los pilotos están gran parte de la vuelta acelerando al tope. Su trazada la
componen largas rectas conectadas con curvas y chicanas. En si -más allá de las
diferencias- técnicamente me recuerda a la trazada del viejo circuito de
Hockenheim (previo a la modificación que le realizara el alemán Tilke). La
carga aerodinámica es baja a efectos de asegurar una elevada velocidad final.
En
consecuencia, la puesta a punto es un trabajo muy delicado en el que piloto y
mecánicos deben buscar el tan mentado equilibrio que les permita obtener un
tiempo de vuelta competitivo. Un monoplaza con mucho agarre será rápido en las
curvas pero perderá velocidad final en las largas rectas. Por el contrario, la
ausencia de downforce puede tornar inmanejable a los monoplazas con el
consecuente riesgo de despiste.
La clásica invasión de los "tifosi" en busca del podio |
Pero
más allá de todas las cuestiones históricas o estadísticas en el Gran Premio de
Italia el gran protagonista es el público, los "tifosi”. Pocos escenarios –o
ninguno- el público es tan importante como en el Gran Premio de Italia. El
aliento incondicional a su equipo, así como también la ya clásica invasión a la
pista en búsqueda del podio son postales que se repiten año tras año.
En esta temporada 2013, en la que se vislumbra un dominio abrumador de los Red Bull, Vettel puede sumar otra victoria en este clásico circuito que lo catapulte a su cuarto título de pilotos.
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